Es Viernes, 3 de la tarde. Hemos
salido de trabajar después de otra semana, con ganas de llegar a casa y con
hambre, mucha hambre. Unas ricas lentejas esperan en casa. Calentar y listo.
Unos comentarios con los compañeros hasta llegar al coche. Arranco el coche y
empiezo a pisar el acelerador. A los 500 metros diviso coches parados, todo
hace parecer que hay algún problema, algún atasco. Al llegar allí me encuentro
con lo que me esperaba. Enciendo la radio y el parte de accidentes es
interminable. Hay problemas en todas las carreteras de la zona. Es decir, tendré
una larga espera antes de llegar a casa, y encima en medio de un atasco, algo
nada agradable normalmente. Tengo dos opciones, ansiarme o buscar alguna
alternativa. Decido lo segundo. Decido hacer una conducción amable, decido
dejar pasar a todos los coches que lo necesiten. Aquellos que ya se han cansado
de su carril y quieren probar suerte en el mío, les dejo pasar. Aquellos que se
incorporan de carreteras secundarias y necesitan la amabilidad de alguno de los
conductores la encuentran en mí, les dejo pasar. Todo el mundo al que le dejo
pasar me da las gracias de manera sincera, la mayoría de ellos con cara de alivio
por poder incorporarse al fin. Estoy consiguiendo mi objetivo, que no era otro
que recibir las gracias sinceras de unas cuantas personas, algo muy
gratificante. Ellos pensaran que les he hecho el favor dejándoles pasar, pero
ellos me lo han devuelto con creces, simplemente dándome las gracias. Es un
bonito juego para cualquier día del año. Hoy jugaremos a que nos den las
gracias. Habrá que buscar la forma de conseguirlo. Cada vez que lo consigamos,
veremos como nuestro espíritu se va llenando.
Llegue a mi destino tarde pero
contento, y las lentejas estaban mas buenas que nunca.