viernes, 27 de enero de 2012

De Sergio, que se animó a compartir

Una reflexión que ha llegado milagrosamente a mi correo...

Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos. Por eso, no deberíamos tener miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.

Nos cuesta mucho entender que la vida, y el cómo vivirla, depende de nuestra actitud; el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de nuestra voluntad. Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el hacerlo. “Ser feliz es una decisión”, no nos olvidemos de eso.

Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas:
 -a aprender a amar
 -a dejar huella
 -a ser felices

En esas tres cosas deberíamos trabajar todos los días; el tema es cómo hacerlo y creo que hay tres factores que nos pueden ayudar en estos puntos:

 -Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento. El trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien en nuestra salud mental. Ahora, el significado del cansancio es visto como algo negativo de lo cual debemos deshacernos y no cómo el privilegio de estar cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos,....... para dormir tendremos siglos, pero después.

 -Valorar la libertad como una forma de vencerme a mi mismo y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente agotados y así poder amar más y mejor.

 -El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad. Ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores y en pos de mi prójimo. Hacernos cariño y tratarnos bien como país y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los choferes de las autobuses, sonreír por lo menos una o varias veces al día. Querernos!

Crear calidez dentro de nuestros hogares; y para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas, independientemente de los recursos de cada uno, se están volviendo demasiado perfectas que hasta parece que nadie puede vivir adentro. 
 

Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con la inteligencia espiritual.

Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación, a las charlas amables, a los juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor del hogar que es el amor dentro de nuestras familias.

Si logramos trabajar en estos puntos -y yo me comprometo a intentarlo- habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o infeliz, no tiene que ver con los problemas que tengamos sino que con la ACTITUD con la cual enfrentemos lo que nos toca.

 
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan.
 Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican.
 Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón.
 Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías
 y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.

  
MAMERTO MENAPACE  monje benedictino y escritor 

jueves, 26 de enero de 2012

Experiencias (de una duendecilla saltarina valiente donde las haya)


Hola, me voy a animar a contaros una experiencia.

En realidad, como lo de escribir me cuesta, le he pedido a alguien que transcriba lo que le transmití. (Empiezo mal, poniéndome como siempre mi barrera de “seguro que el otro lo sabe hacer mejor”).

Llevaba sin trabajar una larga temporadita y la vuelta me asustaba. Pensaba en que ya no me acordaba de nada, todo lo que habrían cambiado las cosas, la nueva información, tener que enfrentarme otra vez a los clientes, hablar en público ante un montón de gente que normalmente no suelen tener muchas ganas de escuchar. Era todo un reto angustioso…

Entonces decidí darle la vuelta, y creer en mí. (Creerme, qué bien sienta!!).

Busqué el verdadero sentido de mi trabajo, cuál era en realidad mi objetivo, vi la importancia de lo que hago, y simplifiqué las cosas.

Cuando me deshice de la obligación de tener que saber de todo, de la perfección, de intentar que todo el mundo entendiera; me di cuenta de que sólo tenía que dejarme llevar. Y empecé a hablar desde el interior guiada por la intuición y el sentido común (que como me dijo un oyente: “es el común de los sentidos”) y de repente, casi sin darme cuenta, aquello que iba a ser un examen pendiente de aprobar, con miedo escénico incluido, se convirtió en una puesta en común, donde las preguntas y comentarios no eran juicios hacia el formador (que era “yo”), sino herramientas constructivas de las que aprender “NOSOTROS” (formador y oyente). Ahí, justo en ese instante el “formador pasó a ser formado” y viceversa.

Ahí está la clave, en “Darse Cuenta”, ser CONSCIENTE y todo lo demás fluye como si nada y….vualá!! (he aquí!!). Como  por arte de magia, aquella reunión salió redonda y lo vi en cada uno de los que estaban allí, sus caras eran de que esas 2 horas habían servido para algo (y esto ya es un principio muy bueno).

Creerme, no lo llamaría magia, sino simplemente consciencia, “Estar atento”, esta es la clave.

Espero que esta experiencia y reflexión os sirva en este caminar agridulce que es la vida, maravillosa vida!!.

Por cierto, al final he sido capaz de plasmar en letras mis sentimientos, (con el empujoncito de mi amiga, la cual me mostró las primeras, y luego pasito a pasito continué escribiendo. Gracias wapa!!).

Qué bien que me he quedado!!.

martes, 24 de enero de 2012

Y ahora un poco de musiquita diferente

Por si alguien creía que ya estaba todo visto en música y en conciertos, aquí dejo un mar de posibilidades (la Revolución en vivo y en directo….). “Mario San Miguel y el Ejército del Amor”.

Vivir uno de sus conciertos….., no tiene precio.

lunes, 16 de enero de 2012

Allá vamos

De parte de una gran mujer, que sabe lo que es unirse a lo salvaje. Gracias.

EL MUNDO (Eduardo Galeano)

Y aquí, un poemita mandado por una persona maravillosa.


Un hombre de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso-reveló-Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."